domingo, 22 de mayo de 2011

La felicidad, de Aarón B.

Porque sí. Porque no hay nada mejor. Porque es más importante que la mismísima vida humana. No pienses que es lo que se debe, sino lo necesario. Sin ello no podrás llegar a ningún lugar, ni podrás alcanzar ninguna meta. No se puede ni ver, ni tocar, ni oler, ni saborear; pero una vez que la poseas, podrás decir que la ves, que la tocas, que la hueles y que hasta la saboreas. Cuando esté en tus manos, te acompañará a cualquier lugar. Escuchará música a tu vera. Podrá darte los buenos días cuando el primer rayo de sol te despierte. Hará de ti una persona más amable y modesta. Pondrá en funcionamiento aquel tópico “carpe diem”. En las situaciones más desesperantes, parará el tiempo. En las más tranquilas, te hará sonreír. En definitiva, es un sentimiento que, si así lo deseas, nunca te abandonará. No sé si hablamos de lo mismo, pero de lo que yo hablo se trata de la felicidad. Sí, eso: la felicidad.

© 2011, Aarón Barreiro Moreno


sábado, 7 de mayo de 2011

La magia, de Aarón B.


Mágico. ¿Cómo puede ser? Una simple inspiración. Grítame al oído. Susúrrame desde lo más lejos del más allá. Señálame cuando no me veas. No me mires cuando esté hablándote. Intenta pensar en mi cuando hayas fallecido. Olvídame cuando más me necesites. No dejes de abrazarme cuando estemos lejos. Escúchame cuando guarde un súbito silencio. Observa como aquellos cristalinos rayos de tristeza desembocan en la sonrisa más armoniosa. ¿No lo entiendes? Quizás te haga falta cerrar los ojos para poder verlo y taponar tu nariz para poder olerlo. “Shh, que te puede ver…”. Salta para disimular, o escóndete si prefieres que te vea. Todo saldrá bien si confías en ti. En cambio, si tomas como fe algo o alguien que no seas tú, no aseguro que consigas salir de cualquier situación como esta. Sonríe si estás enfadada, pero también si estás triste.  Está dentro de nosotros. Es parte de nosotros. Forma nuestros pensamientos. Nos impide ver todo lo que vemos. Hace posible que veamos lo que, diariamente, no podemos ver. Creó que no es real, pero yo no creo en la magia, ¿o sí? No llores… Sé que es muy impresionante, pero tienes que superarlo. Uno debe ser siempre más fuerte que cualquier persona, que cualquier situación, que todo. Tienes que creerte que nadie ni nada podrá nunca contigo. Cuando suceda algo espantoso o tengas que pasar por una situación horripilante, quiero que lo pienses bien y te acuerdes de mis palabras. Pero no me recuerdes, yo no soy nadie. Simplemente recuerda mis palabras. Tal y como empecé a hablarte de esto, termino: mágico.


© 2011, Aarón Barreiro Moreno



lunes, 2 de mayo de 2011

Está conmigo, Aarón B.

      Noto su presencia, no me puedo concentrar. Me interrumpe, me habla, me grita susurrando. Me inquieta, pero también me relaja. Puedo ver cómo, desde el interior de mis oídos, llega hacia lo más profundo de mi corazón. Una vez finalizada la llegada, me sonríe irónicamente, incluso se burla simpáticamente. Melodías borrachas me rodean. Sí, eso. Me acoge. Llega a conquistarme y me enamora. Puedo recordar el pasado, puedo divisar variados y remotos momentos. Me hace vivir el presente, es capaz de hacerlo. Pero claro, ahora mismo estoy observado el mañana, un futuro totalmente imperceptible e imposible de ver. Es eso lo único que hace posible todas esas cosas. Es la música. Es mi vida.


© 2011, Aarón Barreiro Moreno


¿Besos?, Aarón B.

        ¿Lo entenderás? Si alguna vez has tenido ese gran privilegio, supongo que sí. Para poder entenderlo, tendrás primero que hacerlo. Te guste o no, es un requisito.

        Parece simple, pero no lo es. A aquello que muchos llaman beso, yo lo nombro como un pequeño abrazo o caricia que desean ellos hacer. Hablo de nuestros labios. Ellos sienten, igual o más, que nosotros. Desde mi punto de vista, la acción de besar, podríamos catalogarla como “sentimiento”. Con esto no quiero decir que es necesario sentir algo para besar, aunque juega un papel muy importante, claro. Pero yo voy más allá de lo físico, me refiero a que son nuestros labios, inútiles a simple vista, los que, cada vez que se lleva a cabo un beso, ponen de manifiesto muchos sentimientos. El contacto entre nuestros labios y los de esa persona con la que ellos eligieron abrazarse, no es ni mucho menos sólo físico. Cuando hablo de que nuestros labios se abrazan con otros, ¿me entiendes? Se aproximan unos a los otros hasta que hay una suave caricia entre ellos. Desde el momento en que haya roce, puede quedarse ahí, en algo puramente cariñoso e incluso sensual, o puede continuar hasta que la presión entre ellos demuestre un sentimiento claramente de amor pasional y carnal. Jamás le des valor a un beso sin sentido, es decir, sin sentimiento. Estos besos de los que te hablo no merecen la pena, todo lo que hacemos y la manera en que actuamos tiene que tener siempre una intención, y unos sentimientos detrás. La filematología es una ciencia que estudia el beso. En esta ciencia, los besos se relacionan con la salud, pero también los relacionan con la elección de nuestra pareja. Según explicaba la neurocientífica Wendy Hill durante una reciente reunión de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS), las sustancias químicas que contiene la saliva nos ayudan a evaluar a una posible pareja para decidir si es la más idónea.

        Si el estudio científico estipula esto, pues lo creeré. Pero a lo que yo quiero llegar, y para lo que he escrito, es para que reflexionen sobre todas las veces que han besado y sobre todas las veces que van a besar, para que nunca lo hagan “porque sí”, sino porque realmente sienten una necesidad o atracción por ello, o si son tus propios labios los que se sienten naturalmente atraídos o necesitados de que tenga lugar cierto contacto entre ellos o, como yo prefiero decirlo, quieran abrazarse.

© 2011, Aarón Barreiro Moreno


La noche, Aarón B.

      Son como luceros que me observan noche tras noche, que invaden mis sueños. Aquellas lucecitas como candiles me asaltan mientras sueño. En su mayoría se encuentran estáticas, contemplándome, pero una menor proporción está en movimiento entre las anteriores. Éstas que se encuentran desplazándose, parecen no prestarme atención, como si se dirigieran a algún sitio con mucha presteza. Con un carácter superior a ellas, hay unas todavía mejores, hermosas. Esta vez, no son de color amarillento pálido, sino de un intenso color blanquecino, incluso brillan y centellean continuamente. Todavía más arriba, las custodia una esfera gigante, la máxima autoridad, el mando por encima de todas las demás lucecitas. Todas éstas, aunque no lo creemos o no lo queremos creer, nos observan todas las noches. Nos ven soñar, pero no gobiernan nuestros sueños. Sin embargo, la totalidad de estos luceros está inmersa en algo mayor, algo inmóvil e inerte: la oscuridad. Muchos la temen, no lo puedo entender. Otros la admiramos. Este vacío al cual se le denomina “oscuridad”, es un elemento con el que siempre podrás expresarte. Cuando estamos solos en la noche, pero simplemente porque lo necesitamos,  la oscuridad es algo con lo que podemos expresarnos sin ningún retraimiento.

      Bajo esto que se define noche, existe un elemento inexplicable e indescriptible. En las tinieblas no lo vemos, tan sólo podemos escucharlo y apreciar su olor. Dicen que constituye un setenta por ciento de la superficie terrestre, pero yo pienso que si no sólo lo analizamos científicamente, es algo impresionante, inmenso e imparable. Su sonido nos acoge, tiene casi más fuerza que su masa. Pero también es capaz de hacernos dormir, de cerrar los ojos e imaginar infinidad de cosas. En las noches en las que más poder tiene la gran esfera, podemos divisar su reflejo en él, el mar.

      Cada elemento, de los nombrados anteriormente, pertenece a una clase social diferente. La clase obrera serían las lucecitas pálidas situadas por encima de las tenebrosas montañas. La clase media serían los luceros intensos, que se encuentran en la oscuridad del cielo. Y la gran esfera perfecta y brillante sería la clase alta. Por si no me he explicado bien, deben tener presente que la esfera siempre será la privilegiada, los luceros centelleantes podrán estar siempre presentes, pero las lucecitas corren el peligro de desaparecer debido a un apagón.

© 2011, Aarón Barreiro Moreno


La realidad de soñar, Aarón B.

      Se dice que, hace mucho tiempo, un hombre subió a lo alto de una montaña, en la más elevada cordillera del pueblo de los sueños. Aquella cima hacía cosquillear los costados de esas nubes que flotaban, observando cada rincón del pueblo.

      Los soñadores, así se llamaban los habitantes de este pueblo, no estuvieron al tanto de la llegada del hombre. Aquel individuo no era un habitante del lugar, simplemente había llegado al pueblo sin tener reconocimiento allí. Ningún soñador tenía idea de por qué estaba aquel señor en el pueblo, ni para qué había venido, no se explicaban esta aparición. Todo era muy extraño, porque no estaban habituados a las visitas, solamente a algunos turistas pasajeros. Pero esto era distinto, ese hombre extraño no tenía aspecto de turista. Tampoco se atrevieron a preguntarle nada, tenían un inquietante miedo. El señor no se identificó, pero no daba la impresión de que venía con malas intenciones o con fines rebeldes.

      Tras transcurrir un día en el pueblo de los sueños, desapareció. Por la noche ya no estaba en aquel pequeño y familiar pueblo de cabañas. Lo más sorprendente de lo ocurrido fue que prácticamente nadie recordaba a ese hombre, a aquel señor que todos tuvieron incluso miedo. Todos excepto una niña, Nora. La pequeña notó la ausencia de aquel visitante. Entonces, decidió partir a buscarlo sin miedo ninguno. Recorrió todas las playas, caminó por todos los jardines, atravesó todos los parques e invernaderos. Corrió para resguardarse de la intensa lluvia repentina, hasta que llegó a los pies de la gran montaña y decidió subirla. Tuvo que atravesar rocas, árboles, barro... pero pudo llegar a lo más alto de la montaña, en donde no llovía ni había nubes.

      Al llegar a la cima de la gran montaña, pudo observar perfectamente el pueblo en su totalidad, incluso también las afueras. Era todo maravilloso, parecía un sueño. Allí pudo, al fin y al cabo, encontrar al hombre que buscaba. Éste se extrañó al verla allí, sobre todo porque no se explicaba cómo podría haber ascendido aquella pequeña niña hasta lo más alto.

      -Hola, ¿cómo te llamas?-preguntó el hombre.

      -Nora.-contestó la niña, quizás con un poco de timidez.

      -¡Qué bonito!-la observó sonriendo durante unos instantes-¿Cómo conseguiste llegar hasta aquí?, y… ¿para qué?

      -Sólo quería hablar con usted.

      -Pero, ¿cómo averiguaste que yo me encontraba en lo más alto de la montaña?

      -Nunca había intentado subirla y mi intuición me llevó a pensar que usted estaría aquí, porque en tan poco tiempo, una sola noche, no podría haberse ido muy lejos del pueblo.-respondió ella con más tranquilidad y cierta familiaridad.

      -Te preguntarás para qué he venido aquí, ¿no es así?-continuó el hombre al verla más serena-Yo vivo en el otro extremo de la isla, en el pueblo del más allá. Siempre he querido que todos sean felices, que exista una situación de paz y felicidad en la isla. Por eso he venido hasta aquí, porque sé que el lugar más alto, desde donde podría observar la isla completa, es esta cima. Lo que pretendo observar desde aquí es a todos los habitantes de la isla, son aquellos puntitos que están ahí abajo, ¿puedes verlos? Todos ellos están llenos de una postura negativa ante las situaciones de la vida y ante la convivencia entre todos. Desde aquí se pueden apreciar algunos comportamientos mecánicos e inhumanos, que la sociedad realiza tan sólo porque alguien en el pasado los estableció de una manera determinada y no son capaces de hacerlos a su propia manera, de tener personalidad. ¿Escuchas música?, ¿jazz? Te lo pregunto porque el jazz es un buen ejemplo de personalidad, es decir, una misma canción de este estilo interpretada por los mismos músicos, nunca será igual. El jazz nunca suena igual. Los músicos actúan como compositores cada vez que lo tocan, porque sobre los acompañamientos y las melodías, improvisan personalmente sin que nadie les limite. Creo que me vas entendiendo. A lo que me refiero es a que cada persona debe manifestar sus sentimientos personales y sus pensamientos propios sin ninguna limitación o vergüenza alguna. Si todos nosotros tenemos existencia en la tierra, tenemos derecho a ser nosotros mismos, acompañados de nuestra personalidad. Sé tú misma siempre y nunca te dejes llevar por ninguna ideología o cualquier cosa que te limite en tu propia forma de ser y tu propio comportamiento. La vida está para disfrutarla, y debemos ser felices de la manera que nosotros queramos, siempre sin entrar o molestar a las otras personas, porque vivimos en sociedad y debemos respetarnos. Entre nosotros debe haber amor, cariño, afecto, sentimiento, pasión, amistad, entre muchos otros. Para ello son necesarios los besos, las caricias, las miradas, las sonrisas, las palabras y, sobre todo, los abrazos. Tenemos que expresar nuestros pensamientos e ideas siempre y nunca guardar nada, porque aunque nuestro cerebro nos diga que debemos callar, es nuestro corazón el que manda sobre nosotros. En definitiva, he subido hasta aquí para observar cuál es el problema en la sociedad y qué actitud es la tomada por ésta diariamente en la vida cotidiana. Me he dado cuenta que para vivir la realidad en su totalidad es necesario soñar, evadirse y tener fantasía.

      -Perdón, no quiero molestar pero…-interrumpió la niña la conversación educadamente.

      -Dime pequeña.-respondió amablemente el señor.

      -Es que quiero saber si esto que estoy viviendo es real o es todo producto de un sueño.

      -Sea lo que sea, estamos juntos, en un lugar maravilloso, observando todo lo que sucede a nuestro alrededor. ¿Qué importa entonces que sea un sueño o no? Disfruta éste como si fuera el último instante.

© 2011, Aarón Barreiro Moreno



Un recuerdo invisible, Aarón B.

      Lo último que recuerdo es una sensación de inestabilidad física en la que jamás me imaginé cómo podría acabar.

      El 27 de marzo de 2010 me levanté temprano, con el fin de aprovechar en su totalidad el primer día de la Semana Santa. Hacia las 11.00 me dirigí hacia el skate-park de Punta del Hidalgo, un lugar en el que solía pasar mi tiempo libre desde hacía dos meses. Allí descubrí y viví emociones alucinantes, increíbles; este lugar me enseñó a vivir muchísimas emociones o sentimientos fugaces de conmoción, lo vivía todo muy deprisa y desde muy cerca, era fascinante. Era obvio que muchísimos bikers eran más veteranos y con más nivel que yo, pero también es real que en dos meses aprendí a saltar muchas rampas y a hacer muchos trucos, muchas veces gracias a esos bikers tan buenos y tan generosos. También había chicos que tenían menos experiencia que yo, por tanto, intentaba ayudarles en todo lo posible. Había una rampa muy peligrosa, porque el entrante no cumplía con la normativa reglamentaria de inclinación de los skate-parks; para poder saltarla, tenía que elevar ligeramente la rueda delantera de la bicicleta, si no, entraría en la rampa bruscamente con una alta probabilidad de caerme. Se llamaba la “pirámide”, pues tenía forma de pirámide sin acabar en pico. Aun así, yo la había podido saltar muchísimas veces sin que me pasara nada grave, hasta que llegó ese momento. Me disponía a mostrarles a mis amigos como poder saltarla sin correr ningún peligro. Descendí desde la rampa más alta, la “ola”. Desde allí se adquiere la velocidad y potencia adecuada para poder saltar la “pirámide”. En ello estaba, hasta que, debido a no levantar suficientemente la rueda delantera, el manillar de la bicicleta se giró hacia delante lo máximo posible. Yo estaba en el aire, a unos tres metros sobre el suelo, con el manillar desviado y los brazos hacia delante, por culpa de la mala colocación del manillar. La inercia de la situación de mis brazos junto al manillar hizo que todo mi cuerpo y con él, la bicicleta, se inclinara cada vez más hacia delante mientras iba descendiendo desde los tres metros. Hasta aquí recuerdo todo a la perfección, con todo detalle, pero desde que mi mandíbula impactó con aquella superficie áspera y totalmente sólida no soy capaz de siquiera intuir algún recuerdo. La única información desde ese momento impactante hasta que mi madre me recogió, me la aportaron los chicos del skate-park. Desde que mi madre me subió al coche, hasta llegar a la puerta de entrada de mi casa, mi familia me contó lo ocurrido. Jamás había sentido aquello, cuando me golpeé ni siquiera se me saltó una simple lágrima. Únicamente rompí a llorar por el sentimiento de impotencia por no recordar nada, por no saber el motivo de mi estancia en la residencia hospitalaria. Tampoco sabía cómo estaba físicamente, por tanto pedía constantemente verme en un espejo (repetidamente, debido a mi pérdida de memoria). No entendí nada hasta que llegué a mi cuarto, un lugar muy personal, en el que por fin me acordé de que solía ir al skate-park con la bicicleta, los guantes, la gorra y mis cascos azules. Nada más llegar me sentí acogido por una llamada de mi pareja, en la que ambos sufrimos: ella por verme en ese estado y yo por verla preocupada. Repetía todo, no recordaba fechas muy importantes, no entendía que eran las vacaciones de Semana Santa, estaba completamente desubicado. Los síntomas físicos (labios partidos y cosidos, algún moratón y arañazo, paletas partidas completamente y algún diente astillado…) fueron graves, aunque realmente, lo que me hizo sentir ajeno a mí fue la pérdida de algunos recuerdos, el no saber dónde estoy y por qué, no tener ni idea de por qué he llegado hasta aquí. Por suerte no fue nada grave (un coma, síntomas cerebrales graves…), y todo tiene remedio. Dentro de un mes hace ya un año de esto, pero hay imágenes que nunca se me irán de la cabeza. Gracias a este suceso, uno mismo se da cuenta de lo valiosos que somos, solamente por el simple hecho de ser personas. Nunca más me descuidaré de tener casco y me he dado cuenta que no merece la pena poner tu vida en riesgo, aunque sea algo que te guste mucho. Yo no me he dado cuenta de esto hasta que no pasé ese mal momento, fui imbécil por ignorar los comentarios de personas muy cercanas: -¿No crees que es peligroso?, -Te deberías poner aunque sea un casco, -Ten mucho cuidado porque un accidente no sólo depende de ti, etc.

      Lo llamo “un recuerdo invisible” porque tengo la sensación de tener muchísimos recuerdos en mi corazón de ese momento y en mi visión, pero muchos de ellos son invisibles, porque no soy capaz de hacerlos visibles en mi memoria, no puedo verlos, sino sólo sentirlos.

© 2011, Aarón Barreiro Moreno