miércoles, 14 de septiembre de 2011

Ella y el mar, de Aarón B.

Sí, suena bello, es magnífico.
Con tan solo escuchar, puedo llorar.
Sentimiento es lo que me recrea ese apasionante sonido.
Claro, pero sé que nunca llegará el día en que ese sonido supere el sonido de tu corazón.
Sé que no podrá superar jamás el atrapador sonido de tu respiración.
Me camela, aunque quizás me intoxica.
Sea como sea, prefiero estar a tu lado.

©2011, Aarón Barreiro Moreno

Dedicación especial para Andrea Acosta.

martes, 6 de septiembre de 2011

Desaparición de la Luna, de Aarón B.

Nita vivía en un pueblo bajo las montañas. Con ella, compartían vivienda su abuela Tamara y su tío Nicolás. Era una pequeña “casita” de madera, situada junto a un lago inmenso, en el que podías mirar hacia el horizonte sin divisar nada. La pequeña Nita, de siete años, pasaba todas las noches en el jardín de su casa. Allí se sentaba en un banco muy antiguo y se quedaba horas observando el cielo. Estrellas y más estrellas era lo que admiraba esta jovencita. Siempre intentaba fijar su mirada en aquella enorme esfera blanquecina, pero aunque probara fortuna, nunca lograba hacerlo. Según le contaba Nita a su mejor amigo Roberto, de una edad mucho más avanzada, la Luna se escondía de ella; algo que a ella le molestaba e, incluso, le hacía sentirse mal.

Una mañana, Nita salió por la gigantesca puerta de aquella mínima “casita” corriendo con el rostro completamente mojado, no dejaba de llorar. Lágrimas era lo único que podía verse. Caía una, luego otra…, y así hasta llegar al lugar habitual donde solía verse con Roberto: una plaza en frente de la gran catedral del pueblo. Allí, como de costumbre, se encontraba el muchacho jugando al balón con varios adolescentes, amigos suyos. Desde que Roberto acertó con el rostro o, mejor dicho, con los ojos de la pequeña Nita, en seguida tiró el balón hacia sus compañeros y corrió hacía ella con el fin de preguntarle qué había sucedido.

Juntos, pero en absoluto silencio, caminaron hasta llegar a la orilla del gran lago. Cuando llegaron, Nita se decidió a contarle a su amigo lo ocurrido:

-          No lo entiendo, ya no aguanto más, todo el mundo huye de mi…

-          Yo no huyo de ti, chica. -respondió Roberto con un tono apacible y acogedor, con intención de calmarla.

-          Ya, realmente no me refiero a mis amigos, ni siquiera a las personas… -continuó ella, pero un poco más calmada.

Se produjo un súbito silencio que, de repente, el adolescente interrumpió:

-          Vamos Nita, cuéntamelo ya; no será para tanto…

Ella quiso terminar ya con su problema y decidió expresarse:

-          A ver Roberto… -tragó saliva, se secó las lágrimas y continuó mucho más tranquila- desde que todas las noches observo el cielo desde mi jardín, me siento muy mal. Siempre que intentohacer sonreír a la estrella redonda y grande, nunca quiere hacerlo; y yo quiero que sea feliz como yo lo he sido. Ella lo único que hace es esconderse y me hace pensar que le caigo mal, que soy mala niña… Todas las noches me acuesto pensando en que la Luna se esconde de mí, sin yo haberle hecho nada. Y cuando atrapo el sueño, tengo pesadillas: sueño que todas las personas se esconden de mí y no me quieren, como si me portase mal cuando juego con los otros niños del cole, como si no tratase bien a mi abuela, o como si no hiciera caso a las órdenes del tío Nicolás… Yo no quiero que todo sea como en mis sueños feos, ni tampoco quiero que la Luna se esconda de mí nunca jamás.

Roberto no pudo aguantarse la risa y terminó soltando una corta pero intensa carcajada delante de Nita:

-          Vamos a ver Nita: ahora que ya ha oscurecido y han salido las estrellas, podemos fijarnos en el trayecto de la “señora” Luna, capitana de todos esos puntitos brillantes y juguetones. La gran comandante sale de aquel lado de allá, al final del océano. Se va desplazando hacia nosotros lentamente, hasta llegar a colocarse exactamente encima del pueblo, encima de nosotros, del banco dej jardín de la casa de la abuela Tamara. Ahora que está aquí, observa cómo continúa hacia el otro lado y, poco a poco, va desapareciendo…

-          ¡Pero por qué, no lo entiendo “jopé”! -interrumpió Nita- ¡No quiero que se vaya!, ¡dile que venga!...

-          “Shh”…, ella tiene que cumplir con su recorrido, sigue su camino día a día, año a año… -volvió a interrumpir el muchacho- La única explicación de su desaparición es la altura de las “señoras” montañas, guardianas de la “señora” Luna.

La expresión de Nita cambió por completo y una preciosa sonrisa floreció de aquel rostro infantil.

-          “Ahh”…, ya lo entiendo todo: la “estrellota” no se ve porque las montañas grandes la tapan… Entonces no huye de mi, ¿verdad?

©2011, Aarón Barreiro Moreno