domingo, 28 de agosto de 2011

Los dueños del universo, de Aarón B.

Amanece. Sus ojos nacen de nuevo cada vez que la gran esfera nos saluda. Esa gran esfera, el Sol, nos presenta lo más bello del universo. Primero, se me detiene la respiración, mis pulmones no pueden continuar con su rutina. Luego, no puedo dejar de observar esa perfección, esos pequeños y bellos círculos llenos de felicidad y armonía. Se acercan cada vez más, ¡qué profunda mirada!, ¡qué bellos ojos! Creo que no puedo continuar, mis pulmones siguen sin reaccionar. Aunque lo intente, no puedo paralizar mis sentimientos, no consigo dejar de admirar esa mirada, esos bellos y profundos puntos de color castaño.

Pleno y espléndido día. Sí, ya era hora. Vuelvo a reconocer, a tener constancia de mi presencia. Estoy sobre la superficie terrestre, junto a ellos. Junto a dos ojos infinitamente hermosos. Veo la belleza en ellos, veo perfección en esa mirada. Siento tranquilidad, familiaridad. No estoy empecinado con ellos, sino que necesito observarlos.

Anochece. Tengo miedo, puede que, cuando desaparezca la gran esfera, se desvanezcan también esos maravillosos ojos. ¿Qué haré yo sin poder contemplarlos? Me siento un “don Nadie”. Sin ellos viviré solitario, alejado de la felicidad. ¡Ah!, espera. No puede ser posible, esto es surrealista. Sigo viéndolos, puedo sentirlos todavía. Parece como si brillaran en la oscuridad del cielo. Son como dos lunas completamente redondas, pero sin estar rodeadas de estrellas. Sus ojos, los dueños del universo.

©2011, Aarón Barreiro Moreno

Dedicación especial para Andrea Acosta.

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