lunes, 5 de diciembre de 2011

Un campo de girasoles, de Aarón B.

Cuéntame un cuento. Anécdotame una historia. O quizás lo que quiero es que te inventes una fantasía. Reprodúceme un escenario, ambiéntame en un lugar, descríbeme unos personajes y cuéntame hechos que se te ocurran. Puede que te pida demasiado, pero tan sólo necesito viajar a ese lugar y vivir junto a todos esos personajes, llevando a cabo nuestras aventuras.

En muchísimas ocasiones me he quedado estacionado en mi sillón o en mi cama, pero he viajado a infinidad de lugares en distintas épocas. Una vez estuve en el Neolítico, sí. Pero el mejor viaje fue cuando aparecí completamente sólo en medio de un enorme campo de girasoles. Todos aquellos pétalos amarillos se encontraban mirando hacia mi izquierda, así que corrí hasta llegar a una parte en la que todos miraban hacia la derecha.

Tras pasar por un momento extraño como aquel y preguntarme por qué aquella parte del campo de girasoles miraba hacia el lado contrario, logré averiguarlo: entre una parte y otra de los girasoles estaba aquella muchacha. Morena, con un canelo color de ojos. Tímida, pero extrovertida belleza vi en ella. Para mí fue un auténtico descubrimiento, todo producto de un viaje de los míos.

Pasaban las horas: seguía en el mismo lugar, igual de hermosa, igual de joven. Pasaban los días: me sorprendía al ver que todo era mejor, más bella, mejor persona. Pasaban los meses: me di cuenta de que no era uno de mis viajes sentado en mi sillón o tumbado en mi cama, era real. Eras tú, y lo sigues siendo. Aún mejor: te he conseguido.

©2011, Aarón Barreiro Moreno

Dedicación especial para Andrea Acosta.

lunes, 14 de noviembre de 2011

El final, de Aarón B.

Una larga avenida, un largo silencio, un eterno “estoy solo”. Simplemente veo parpadear las lucecitas de los puntuales semáforos de esta solitaria calle. Solo me siento, solamente solo estoy. Una profunda voz habla conmigo, no la identifico; al menos escucho lo que me dice. Parece que me aconseja, mete miedo en mi interior. Me adelanta unos acontecimientos que me pasarán…voy a morir, seré un cadáver. Me dice que al final de la avenida llegará “El Final”. Tengo miedo, no sé qué puede pasar. No quiero perder lo poco que tengo, ni lo poco que soy. Porque hay veces que ser poco es lo mejor y que tener menos aún es aún mejor.

Me aproximo a la meta. La muerte se acerca, “El Final”.

Eh…, creo que he llegado, pero… ¿Cómo?...

Estoy vivo…, pero estoy en otra calle. ¿Cómo se llamará esta calle?, parece más pequeña.

¡Ah! La calle se llama “El Final”.

©2011, Aarón Barreiro Moreno.


miércoles, 26 de octubre de 2011

Una parte de ti, de Aarón B.

Regálame una parte de ti, por favor te lo pido. Necesito esa porción de ti en mi vida. Digamos que soy como un puzle. Supongamos que no me han completado. Imaginemos que me falta una pieza. Todo es un suponer, pero yo sé que necesito parte de ti. Lo sé. Te necesito, en parte. No te pido nada más; podemos llegar a un acuerdo. De veras, no es tan difícil. No quiero ser pesado, pero noto como si ya no respirara, como si mi corazón necesitara un tanto por ciento del tuyo, como si mi mirada buscase parte de la tuya.

Incluso mis pensamientos no están completos. Dime tan solo un poquito de lo que piensas, chica. Ellos, mis pensamientos, necesitan parte de los tuyos para poder seguir pensando en ti. Aunque parezca mentira, hasta mis lágrimas paran de caer si no tienen ayuda de las tuyas. Ayúdame, revíveme. Bésame, para que mis labios obtengan una pizca del tacto de los tuyos.

Me estoy empezando a preocupar más: creo que pierdo la vista al no poseer tu mirada. No escucho bien, creo que el no tener parte de tu audición está haciendo que yo pierda la mía por completo, o en parte. Ojalá no me pase lo mismo con el olfato, para así poder percibir el aroma de tu perfume, tu aroma. Lo siento, pero no podré seguir viviendo sin una parte de ti.

Gracias a ti, esto no ha sucedido y espero que no suceda. Gracias a ti, estamos juntos. Gracias a ti, puedo disfrutar de una parte de ti. Esto no es una declaración de amor; yo lo llamo una declaración de la realidad.

©2011, Aarón Barreiro Moreno

Dedicación especial para Andrea Acosta.

martes, 25 de octubre de 2011

Una gota de agua, de Aarón B.

Quiero experimentar el descenso desde lo más alto posible. Quiero ser una gota de agua que, en su caída, puede observar todo lo que sucede, toda la sociedad, toda la miseria, toda la avaricia, todo el engaño… Me gustaría gozar del universo desde lo más alto, sin que nada ni nadie me moleste. Tan solo quiero sentir cómo el viento me abraza, me empuja. Así podré escuchar silenciosamente el sonido de este planeta, la Tierra.

Luego, me fijaré en las acciones de todos ellos, en las acciones de los seres humanos. Quedaré impresionado con cosas que nunca había podido observar, con otras que no he tenido la oportunidad de escuchar, con más cosas que no he olido ni saboreado jamás. Será todo un lujo ser una gota de agua.

Para terminar, me gustaría que mi final fuese en lo más bonito de este planeta, en lo más grande y, quizás, lo más importante para la vida. Quiero finalizar mi descenso allí, en medio de la inmensidad del profundo océano. Espero no chocar antes de llegar, espero no descomponerme antes de descansar en paz en el mar.

Realmente, lo que más deseo es que mi trayecto sea eterno para, así, poder visualizar con más detalle nuestro mundo. Para poder observar eso que nos hace mortales, eso que llamamos vida humana.

Bueno, estoy dando por hecho que soy una gota de agua y que ellas no sufren, no sienten y pueden verlo todo… La única manera de comprobarlo es comenzando este viaje tentador.

Sí, mañana temprano me pondré manos a la obra. Mañana de madrugada seré una gota de agua.

©2011, Aarón Barreiro Moreno


El mundo al revés, de Aarón B.

Tendré ganas de vivir cuando todo cambie.

Cuando no se sufra por amor. Cuando los soldados y generales vayan a la piscina en vez de a la guerra. Cuando encarcelen la corrupción y liberen la expresión política. Cuando el dinero no exista y todos seamos ricos. Cuando desaparezca la desigualdad, y la igualdad se regule. Cuando no tengamos que resolver los problemas matemáticos, sino que sean ellos los que nos resuelvan. Cuando no tenga que escribir con un bolígrafo, sino que ellos escriban poesía. Cuando la sociedad no sea humana, sino inhumana. Cuando no tengamos que hacer la paz, sino que ella sea la que se manifieste. Cuando se disparen flores y las balas se entreguen en la mano. Cuando no exista la política y cuando seamos todos políticos de nosotros mismos. Cuando se deje de actuar sin ningún sentido y empecemos a reflexionarlo todo. Cuando todo gire alrededor de nosotros y no seamos nosotros los que giremos en torno al Sol. Cuando se malcríe en la escuela y se eduque en las calles. Cuando no sea necesario trabajar para vivir, ni vivir para trabajar. Cuando los filósofos y pensadores descansen en sus casas y sean los demás ciudadanos los que se paren a filosofar sobre la vida.

Cuando todo esto pase, todo será un simple sueño; pero para mí, empezará la realidad.

©2011, Aarón Barreiro Moreno


Una palabra más, de Aarón B.

I.
Cuando te quedas sin palabras, cuando el aliento se te acaba. Desaparecen las glándulas salivales, desaparecen las ganas de tener ganas.


No sabes qué decir o, mejor dicho,
no puedes hacerlo.

Cuando puedes respirar, caminar, gritar;
pero no hablar.

Sí, existes.
No, no sirve de nada si no puedes expresarte.


No puedes expresarte con palabras, porque se te han acabado. Cuando todo esto ha pasado y tus palabras se han acabado, lo único que puedes hacer es acabar con todo.


¿Cómo?
Pues con una palabra.

II.
Cuando te quedas sin palabras, cuando el aliento se te acaba. Desaparecen las glándulas salivales, desaparecen las ganas de tener ganas.



No sabes qué decir o, mejor dicho,
no puedes hacerlo.

Cuando puedes respirar, caminar, gritar;
pero no hablar.

Sí, existes.
No, no sirve de nada si no puedes expresarte.


No puedes expresarte con palabras, porque se te han acabado. Cuando todo esto ha pasado y tus palabras se han acabado, lo único que puedes hacer es acabar con todo.


¿Cómo?
Amigo, no te preocupes, que eso no va a pasar nunca.

©2011, Aarón Barreiro Moreno.



domingo, 2 de octubre de 2011

Tún, tún, de Aarón B.

Anduve sobre una superficie de putrefacta madera durante tan solo tres siglos. El tiempo pasaba, las luces aparecían y desaparecían intermitentemente. El minutero de mi reloj recorría la circunferencia una y otra vez, corrían las horas; luego, los días, los meses, los años. Automóviles circulaban por el infinito camino de ilimitados vehículos, sin que una simple señal de “ceda el paso”, ni nada por el estilo, interrumpiese el trayecto. Mi piel ha envejecido, mi pelo ha caído, mi voz ha desaparecido, pero también mi oído. No oigo un solo ruido. Puede que diga locuras, sé que estoy loco.

Infinidad de recuerdos hacen que me dé cuenta aun más del paso del tiempo. Inexorable y despiadado paso del tiempo. Mis ojos han cambiado de color, todo se ha vuelto horrible. Una bella mirada del ayer ha pasado a ser una terrible mirada del día de hoy; suponiendo que este mundo es real. Todo se ha vuelto mohoso; yo antes era madera maciza, ahora soy madera corrompida.

Sé que puedo sentirlo, aunque me cuesta expresarlo abiertamente. Un pequeño gran órgano se ha rejuvenecido: mi corazón. Eso es lo que yo creo, pero puede que no esté en lo cierto. A ver si me explico: hace tres siglos el pequeño, pero inmenso corazón, me contaba sus secretos. Me decía “tún, tún”. Poco a poco ha ido adquiriendo confianza y ha ido vigorizándose. Ahora me dice “túntúntúntúntún, túntúntúntúntún”.

¡Dios mío! Me contradecía, estaba cometiendo un error sin salida. Mi corazón era cada vez más “joven”, según yo pensaba. Me equivoqué. Era el final. Ahora no quiero que este mundo sea real, deseo que todo sea un sueño. Por favor. Yo no quise desaprovechar el tiempo, no quise caminar siempre sobre la misma putrefacta madera. Mi intención no era observar cómo las luces se encendían intermitentemente, ni cómo circulaban constantemente aquellos automóviles. Pensé que no afectaría a mi vida.

Mi salud dependía de mí, tuve la posibilidad de vivir eternamente. Tenía posibilidades de conocer la felicidad, de sonreír cada vez que el minutero de mi reloj completaba una vuelta entera a la circunferencia. Podría haber querido, podría haber amado, podría haber sido la persona más feliz del mundo. Ahora no me queda nada, no tengo absolutamente nada. No soy nada. Nada me rodea, la soledad es mi única amistad.

A veces no valoramos lo que nos rodea hasta que desaparece de nuestras vidas o, peor todavía, hasta que somos nosotros los que desaparecemos.

©2011, Aarón Barreiro Moreno.


miércoles, 14 de septiembre de 2011

Ella y el mar, de Aarón B.

Sí, suena bello, es magnífico.
Con tan solo escuchar, puedo llorar.
Sentimiento es lo que me recrea ese apasionante sonido.
Claro, pero sé que nunca llegará el día en que ese sonido supere el sonido de tu corazón.
Sé que no podrá superar jamás el atrapador sonido de tu respiración.
Me camela, aunque quizás me intoxica.
Sea como sea, prefiero estar a tu lado.

©2011, Aarón Barreiro Moreno

Dedicación especial para Andrea Acosta.

martes, 6 de septiembre de 2011

Desaparición de la Luna, de Aarón B.

Nita vivía en un pueblo bajo las montañas. Con ella, compartían vivienda su abuela Tamara y su tío Nicolás. Era una pequeña “casita” de madera, situada junto a un lago inmenso, en el que podías mirar hacia el horizonte sin divisar nada. La pequeña Nita, de siete años, pasaba todas las noches en el jardín de su casa. Allí se sentaba en un banco muy antiguo y se quedaba horas observando el cielo. Estrellas y más estrellas era lo que admiraba esta jovencita. Siempre intentaba fijar su mirada en aquella enorme esfera blanquecina, pero aunque probara fortuna, nunca lograba hacerlo. Según le contaba Nita a su mejor amigo Roberto, de una edad mucho más avanzada, la Luna se escondía de ella; algo que a ella le molestaba e, incluso, le hacía sentirse mal.

Una mañana, Nita salió por la gigantesca puerta de aquella mínima “casita” corriendo con el rostro completamente mojado, no dejaba de llorar. Lágrimas era lo único que podía verse. Caía una, luego otra…, y así hasta llegar al lugar habitual donde solía verse con Roberto: una plaza en frente de la gran catedral del pueblo. Allí, como de costumbre, se encontraba el muchacho jugando al balón con varios adolescentes, amigos suyos. Desde que Roberto acertó con el rostro o, mejor dicho, con los ojos de la pequeña Nita, en seguida tiró el balón hacia sus compañeros y corrió hacía ella con el fin de preguntarle qué había sucedido.

Juntos, pero en absoluto silencio, caminaron hasta llegar a la orilla del gran lago. Cuando llegaron, Nita se decidió a contarle a su amigo lo ocurrido:

-          No lo entiendo, ya no aguanto más, todo el mundo huye de mi…

-          Yo no huyo de ti, chica. -respondió Roberto con un tono apacible y acogedor, con intención de calmarla.

-          Ya, realmente no me refiero a mis amigos, ni siquiera a las personas… -continuó ella, pero un poco más calmada.

Se produjo un súbito silencio que, de repente, el adolescente interrumpió:

-          Vamos Nita, cuéntamelo ya; no será para tanto…

Ella quiso terminar ya con su problema y decidió expresarse:

-          A ver Roberto… -tragó saliva, se secó las lágrimas y continuó mucho más tranquila- desde que todas las noches observo el cielo desde mi jardín, me siento muy mal. Siempre que intentohacer sonreír a la estrella redonda y grande, nunca quiere hacerlo; y yo quiero que sea feliz como yo lo he sido. Ella lo único que hace es esconderse y me hace pensar que le caigo mal, que soy mala niña… Todas las noches me acuesto pensando en que la Luna se esconde de mí, sin yo haberle hecho nada. Y cuando atrapo el sueño, tengo pesadillas: sueño que todas las personas se esconden de mí y no me quieren, como si me portase mal cuando juego con los otros niños del cole, como si no tratase bien a mi abuela, o como si no hiciera caso a las órdenes del tío Nicolás… Yo no quiero que todo sea como en mis sueños feos, ni tampoco quiero que la Luna se esconda de mí nunca jamás.

Roberto no pudo aguantarse la risa y terminó soltando una corta pero intensa carcajada delante de Nita:

-          Vamos a ver Nita: ahora que ya ha oscurecido y han salido las estrellas, podemos fijarnos en el trayecto de la “señora” Luna, capitana de todos esos puntitos brillantes y juguetones. La gran comandante sale de aquel lado de allá, al final del océano. Se va desplazando hacia nosotros lentamente, hasta llegar a colocarse exactamente encima del pueblo, encima de nosotros, del banco dej jardín de la casa de la abuela Tamara. Ahora que está aquí, observa cómo continúa hacia el otro lado y, poco a poco, va desapareciendo…

-          ¡Pero por qué, no lo entiendo “jopé”! -interrumpió Nita- ¡No quiero que se vaya!, ¡dile que venga!...

-          “Shh”…, ella tiene que cumplir con su recorrido, sigue su camino día a día, año a año… -volvió a interrumpir el muchacho- La única explicación de su desaparición es la altura de las “señoras” montañas, guardianas de la “señora” Luna.

La expresión de Nita cambió por completo y una preciosa sonrisa floreció de aquel rostro infantil.

-          “Ahh”…, ya lo entiendo todo: la “estrellota” no se ve porque las montañas grandes la tapan… Entonces no huye de mi, ¿verdad?

©2011, Aarón Barreiro Moreno


domingo, 28 de agosto de 2011

Andrea, porque..., de Aarón B.


Porque te quiero, porque a tu lado me siento completamente feliz. Amo esa sensación, ese estado de ánimo. Te amo. Tengo que confesarte que hay veces que temo perderte, temo que un día desaparezcas, que dejes de sentir esto tan apasionante. No quiero separarme jamás de ti, porque por ti lo doy todo; y cada vez más. Es como si, cuando estuviera contigo, no me importara nada más; como si no me importaran las horas que pasan, como si solamente tuviera presente tu mirada, tus besos, tus palabras, tu presencia. Puede que sea egoísta, pero me da exactamente igual todo lo demás, sólo me importas tú; ¡nuestro amor! Vivo en otro mundo desde que te conocí, o quizás en otra galaxia totalmente distinta. Esto no tiene nada que ver, no hay problemas. No sufro, sonrío día a día. Y si esto sucede, es gracias a ti. Gracias a la mejor persona de este mundo, esa persona que me sorprendió una simple mañana de septiembre. Me alucinó lo guapa que era esa chica, lo simpática que era y, sobre todo lo bien que cantaba. Era brutal, fascinante. A partir de ese momento fui, poco a poco, descubriendo que no sólo era eso; sino que era la persona más maravillosa del universo. Es lo mejor de mi vida. Ahora mismo, es mi vida. Por eso temo a perderte, porque si tú te vas, se va mi vida; se va mi felicidad y mi bienestar diario. Me siento la persona más afortunada que existe por haberte conocido y, aún más, por poder compartir tus besos, tus abrazos, tus miradas, tu corazón. Andrea, eres lo más importante de mi vida. De verdad quiero que sepas que lo eres, que no quiero separarme de ti y que, en este tiempo que has estado fuera, me he dado cuenta más todavía de lo tanto que te necesito. No te separes nunca más de mí, por favor. Te quiero, y mucho más de lo que podrás imaginar.

©2011, Aarón Barreiro Moreno

Dedicación especial para Andrea Acosta.

Siempre a tu lado, de Aarón B.

Estoy en las nubes. Lo digo con el significado real de la frase. Estoy sobrevolando las nubes junto a ella. Ahora que ella me da la mano, ahora que no puedo dejar de observarla, me es imposible pisar el suelo. A lo lejos puedo contemplar las verdes montañas; no tan distante veo todos esos tejados situados como puzles surrealistas; aún más cerca diviso largas e históricas travesías, en las que numerosos personajes dibujan su trayecto; todavía más a mi vera, puedo sentirla, puedo mirarla, abrazarla, besarla y, aún mejor, observarla.

No podía creerlo, una simple mañana se había convertido en algo más que eso, en algo fascinante. Jamás podré olvidarlo. Su olor, un familiar olor; su cariño, un intenso cariño; su voz, una lindísima voz; pero, antes que nada, sus ojos…, quiero decir, ¡su mirada! La belleza de esos dos puntos de color pardo, rodeados por preciosas pestañas, no es lo que más me desconcierta; lo que realmente me desconcierta es la manera en que admira el paisaje con sus dos puntos, cercanos a un excitante lunar. ¿Cómo puede ser posible? ¡Sonrisa contagiosa! Es inevitable no ser seducido por esos labios, o no ser encandilado por ese movimiento labial, o no ser maravillado por la contemplación de su sonrisa. Humilde y tierna sonrisa.

Imposible. Tengo miedo, pues este órgano al que llaman corazón no deja de caminar, más bien no para de correr. Parece que tiene miedo a que algo salga mal, o quizás está nervioso porque nunca había vivido nada similar. No sé qué hacer, y menos aquí arriba. No puedo sostenerme por mucho más tiempo, las nubes no pueden soportar mi peso. Siento que me voy a despertar de este sueño, pero ¡no quiero! Es una maravilla, quizás es la única oportunidad de conseguirlo. No entiendo que me pasa, ¿por qué mi corazón late tan fuerte?, ¿qué me quiere decir?

Cierto. Tan solo necesitaba abrazarte. Tras ese afable mimo, mi corazón pasó de un ritmo inquieto a un ritmo pacíficamente enamorado. Ángeles fueron los que me vinieron a sacar una sonrisa…, o tal vez fue ella quien lo consiguió, quien posiblemente me está haciendo sonreír día tras día, noche tras noche. Para mí, la felicidad es lo más importante en el ser humano, pienso que debería estar recogida en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948. Según el tercer artículo de esta declaración, “todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona”; por lo tanto, si ella es mi vida, tengo derecho a ella; si me siento libre estando a su lado, tengo derecho a ella; y si junto a ella me siento seguro, tengo derecho a ella. Entonces…, legalmente, ¿puedo quererla? No sé si estoy eludiendo alguna ley pero, sea como sea, la quiero. Y si alguien intenta impedírmelo, no lo conseguirá, pues contra algo tan poderoso como el amor es imposible luchar.

Es la hora. Nos tenemos que separar, no podemos seguir estando juntos ahora, porque hay algo que no nos lo permite. ¿Cómo voy a aguantar hasta el día siguiente? Lo veo algo lejano, imposible, eterna espera. Cuando pasan dos horas reales, se me han pasado quinientas horas más en este apasionante sueño. No puedo resistir a mandarle un mensaje, a comunicarme con ella, a saber dónde está, a dónde va a ir, saber si está bien, si le pasa algo…, es inevitable preocuparme por ella.

Se compensa, porque aunque en momentos así la “pierda”, por ahora siempre he vuelto a estar con ella. Eso me hace pensar que es un amor correspondido, me hace pensar que ella también me quiere. Aunque sé que es imposible que sienta lo mismo que yo, me alegra muchísimo saberlo y sentirlo.

Tengo que confesar. Lo que más me satisface, entusiasma y complace es que me he dado cuenta de que esto, a lo que yo llamo sueño, ha viajado en el tiempo, se ha trasladado. Ahora no es un sueño, ni un pensamiento, ni tampoco una falsa ilusión…, es la realidad. Ha surgido. Se ha reencarnado en nosotros ese sentimiento de pasión y afectividad, llamado amor. Para mí, ahora mismo, ella lo es todo. Y cuando Einstein decía que “todo es relativo”, lo decía porque todavía no la había conocido. Esta niña a la que no puedo soltar jamás, es una belleza humana. Es un poema de amor; un libro sin portada, pero lleno de sentimientos; una maravillosa obra de arte compuesta por ese sentimiento. El amor.

©2011, Aarón Barreiro Moreno

Dedicación especial para Andrea Acosta.

Los dueños del universo, de Aarón B.

Amanece. Sus ojos nacen de nuevo cada vez que la gran esfera nos saluda. Esa gran esfera, el Sol, nos presenta lo más bello del universo. Primero, se me detiene la respiración, mis pulmones no pueden continuar con su rutina. Luego, no puedo dejar de observar esa perfección, esos pequeños y bellos círculos llenos de felicidad y armonía. Se acercan cada vez más, ¡qué profunda mirada!, ¡qué bellos ojos! Creo que no puedo continuar, mis pulmones siguen sin reaccionar. Aunque lo intente, no puedo paralizar mis sentimientos, no consigo dejar de admirar esa mirada, esos bellos y profundos puntos de color castaño.

Pleno y espléndido día. Sí, ya era hora. Vuelvo a reconocer, a tener constancia de mi presencia. Estoy sobre la superficie terrestre, junto a ellos. Junto a dos ojos infinitamente hermosos. Veo la belleza en ellos, veo perfección en esa mirada. Siento tranquilidad, familiaridad. No estoy empecinado con ellos, sino que necesito observarlos.

Anochece. Tengo miedo, puede que, cuando desaparezca la gran esfera, se desvanezcan también esos maravillosos ojos. ¿Qué haré yo sin poder contemplarlos? Me siento un “don Nadie”. Sin ellos viviré solitario, alejado de la felicidad. ¡Ah!, espera. No puede ser posible, esto es surrealista. Sigo viéndolos, puedo sentirlos todavía. Parece como si brillaran en la oscuridad del cielo. Son como dos lunas completamente redondas, pero sin estar rodeadas de estrellas. Sus ojos, los dueños del universo.

©2011, Aarón Barreiro Moreno

Dedicación especial para Andrea Acosta.

sábado, 27 de agosto de 2011

J. Johnson, un gran pintor, de Aarón B.


¡Cuán pequeño era John por aquel entonces! Contaba, por lo alto, con seis años de edad. Era una eminencia, un intelectual para su edad. Una persona maravillosa se ocultaba detrás de esa infantil mirada. John amaba la pintura, deseaba tomar en su mano un pincel en todo momento y lugar. Retrataba acciones, habitualmente, situaciones, momentos de su vida.

Hacía tan solo tres meses del accidente. El 27 de marzo, Mary madrugó para acudir al hospital, con intención de cubrir su puesto de trabajo a tiempo. Solía conducir moderadamente, sin sobrepasar los límites de velocidad estipulados por ley. Mary, la madre del pequeño John, normalmente escuchaba su disco; y digo su disco porque no escuchaba otro. Es cierto que se debe escuchar diversas músicas y estilos, pero Mary no podía con otro compositor, ni con otra interpretación: era la sonata para piano no. 14, más conocida como “Claro de Luna”, del grandísimo compositor Ludwig van Beethoven. Esa mañana del 27 de marzo, en su trayecto al hospital, Mary conducía con la obra de Beethoven como música para un buen despertar. En el momento más inesperado, encontrándose estacionada ante un semáforo, un vehículo desde atrás abatió el auto de la mujer. Ella no lo comprendió, fue todo en un mísero instante. El vehículo culpable alcanzaba los ciento ochenta kilómetros por hora en aquella vía en la que Mary, por última vez, tuvo la oportunidad de escuchar esa obra maestra: “Claro de Luna”, de Beethoven.

Desde hacía tres meses, debido a lo ocurrido, John solamente pintaba con pincel; y pintaba exclusivamente destellos, aunque se podía avistar alguna silueta que otra, por supuesto, de mujer. Empleaba para ello, colores tenues, tonos oscuros…, que hacían contraste con los destellos áureos y blanquecinos. Claramente, se veía expresada en los cuadros de John, la inestabilidad que sentía por esa cercana pérdida; una tristeza oculta, pero muy profunda e intensa. Su familia decía de esos cuadros que eran “horriblemente bellos” y “tristemente sinceros”. Creo que eso define de manera muy efectiva la sensación de John y su añoranza hacia Mary.

Peter, su padre, era una persona muy terca e incluso brusca. No sabe cómo decir lo que piensa, expresaba todo de manera muy poco acertada, poco sensible. Tenía un carácter un tanto especial: “es tan raro…” pensaba John; “…nunca me dice nada bueno o bonito” decía el chaval. Ahora vivían más juntos aún, aunque siempre hayan convivido en la misma casa, en aquella familiar estructura de madera. Sí, desayunaban juntos; cierto, comentaban las noticias del periódico. Pero nunca hablaban sobre el accidente, ni se cuestionaban el uno al otro cómo estaban ni viceversa. John pensó que así podría ser mejor para olvidarlo, por ese motivo no introducía el tema en ningún momento, a pesar de que no dejase de pensar en ello. Peter parecía no preocuparse, simplemente mostró preocupación en un principio con alguna frase igualmente lacónica: “No llores, no te conviene”.

Todo se desarrollaba de esa manera hasta el día de la presentación de John. El pequeño artista había pintado una colección de siete cuadros en honor de la Srta. Mary Gordon, su madre. Ese día era muy importante para él, un joven que jamás se sintió valorado por nadie, ni siquiera por su familia. John no creía realmente que sus obras tenían gran mérito, nunca lo creyó. Todo cambió ese día. Fue el día en que John conoció la felicidad, el día en que John volvió a llorar, pero esta vez de satisfacción, de felicidad. Ese día le abrió las puertas a un futuro feliz, gracias a su testarudo padre. Peter Johnson consiguió la felicidad de J. Jhonson, su hijo, tras una breve conversación de padre a hijo:

-          Felicidades por tu trabajo John, me gustan tus cuadros.

-          Gracias papá. Tengo una pregunta para ti: ¿por qué me hablas así? ¡soy tu hijo! No comprendo por qué me tratas como si fuese un desconocido, el hijo de un amigo tuyo, o algo por el estilo…por favor, quiero o quizás necesito una explicación.

-          No sé pequeño John, no entiendo a qué viene esta pregunta.-respondía su padre como si no supiese de lo que hablaba su hijo-.

-          Sí, papá, creo que sabes a qué viene. Aunque seas ya adulto, ¿tienes en mente algún proyecto, piensas hacer algo de una vez con tu vida, tienes a alguien como ejemplo a seguir…?-preguntaba su hijo ya un tanto desesperado por la explicación de todo, la explicación de la actitud diaria de su padre-.


-          John Johnson Gordon: quiero ser como tú. Eres un gran pintor y una valiosa persona. Admiro tú capacidad humana, con sólo seis años de vida. Sabes cómo soy, no me suelo expresar; pero siempre te he valorado como persona humana. Creo que vas a ser un gran pintor y, sobre todo, fiel amigo. Repito: quiero ser como tú. Y, ya termino, te digo una cosa… Adelante hijo, sigue adelante.

© 2011, Aarón Barreiro Moreno


domingo, 26 de junio de 2011

Inseguridad, de Aarón B.

Quizás piensas que tienes mucho miedo, pero tal vez tan solo sientes constante inseguridad…Creo y vuelvo a creer que es muy importante darnos cuenta y reconocer nuestros continuos errores. Deseo centrarme en la inseguridad, en ese estado de inestabilidad con uno mismo, el cual muchas personas de esta sociedad intentan ocultar y no admitir. Muchos seres humanos tienen miedo a sus errores, no se ven capaces de luchar contra ellos, de abatirlos en combate. Tenemos que aprender a derrumbarlos, a ganar esa batalla contra nuestros constantes fallos. No temas a equivocarte, pues todos cometemos desaciertos. Nadie es perfecto y, ni siquiera, roza la perfección. En muchas ocasiones, llevamos a cabo un mayor error cuando intentamos ocultarlo, debido a nuestra inseguridad. Cuando una persona realiza cualquier acción en determinadas situaciones de manera segura y confiada, probablemente tendrá un mayor acierto en esas situaciones. En cambio, si en el mismo caso, no lo hacemos con seguridad, el resultado será peor. Lo aseguro. Poseer temor hacia alguna de tus acciones, te llevará por el camino oscuro, por ese corredor que te produce miedo. Si eres una persona que tiene seguridad de sí misma, comprobado está que irás por el camino cierto y que el error será menor o nulo.

© 2011, Aarón Barreiro Moreno


domingo, 22 de mayo de 2011

La felicidad, de Aarón B.

Porque sí. Porque no hay nada mejor. Porque es más importante que la mismísima vida humana. No pienses que es lo que se debe, sino lo necesario. Sin ello no podrás llegar a ningún lugar, ni podrás alcanzar ninguna meta. No se puede ni ver, ni tocar, ni oler, ni saborear; pero una vez que la poseas, podrás decir que la ves, que la tocas, que la hueles y que hasta la saboreas. Cuando esté en tus manos, te acompañará a cualquier lugar. Escuchará música a tu vera. Podrá darte los buenos días cuando el primer rayo de sol te despierte. Hará de ti una persona más amable y modesta. Pondrá en funcionamiento aquel tópico “carpe diem”. En las situaciones más desesperantes, parará el tiempo. En las más tranquilas, te hará sonreír. En definitiva, es un sentimiento que, si así lo deseas, nunca te abandonará. No sé si hablamos de lo mismo, pero de lo que yo hablo se trata de la felicidad. Sí, eso: la felicidad.

© 2011, Aarón Barreiro Moreno


sábado, 7 de mayo de 2011

La magia, de Aarón B.


Mágico. ¿Cómo puede ser? Una simple inspiración. Grítame al oído. Susúrrame desde lo más lejos del más allá. Señálame cuando no me veas. No me mires cuando esté hablándote. Intenta pensar en mi cuando hayas fallecido. Olvídame cuando más me necesites. No dejes de abrazarme cuando estemos lejos. Escúchame cuando guarde un súbito silencio. Observa como aquellos cristalinos rayos de tristeza desembocan en la sonrisa más armoniosa. ¿No lo entiendes? Quizás te haga falta cerrar los ojos para poder verlo y taponar tu nariz para poder olerlo. “Shh, que te puede ver…”. Salta para disimular, o escóndete si prefieres que te vea. Todo saldrá bien si confías en ti. En cambio, si tomas como fe algo o alguien que no seas tú, no aseguro que consigas salir de cualquier situación como esta. Sonríe si estás enfadada, pero también si estás triste.  Está dentro de nosotros. Es parte de nosotros. Forma nuestros pensamientos. Nos impide ver todo lo que vemos. Hace posible que veamos lo que, diariamente, no podemos ver. Creó que no es real, pero yo no creo en la magia, ¿o sí? No llores… Sé que es muy impresionante, pero tienes que superarlo. Uno debe ser siempre más fuerte que cualquier persona, que cualquier situación, que todo. Tienes que creerte que nadie ni nada podrá nunca contigo. Cuando suceda algo espantoso o tengas que pasar por una situación horripilante, quiero que lo pienses bien y te acuerdes de mis palabras. Pero no me recuerdes, yo no soy nadie. Simplemente recuerda mis palabras. Tal y como empecé a hablarte de esto, termino: mágico.


© 2011, Aarón Barreiro Moreno



lunes, 2 de mayo de 2011

Está conmigo, Aarón B.

      Noto su presencia, no me puedo concentrar. Me interrumpe, me habla, me grita susurrando. Me inquieta, pero también me relaja. Puedo ver cómo, desde el interior de mis oídos, llega hacia lo más profundo de mi corazón. Una vez finalizada la llegada, me sonríe irónicamente, incluso se burla simpáticamente. Melodías borrachas me rodean. Sí, eso. Me acoge. Llega a conquistarme y me enamora. Puedo recordar el pasado, puedo divisar variados y remotos momentos. Me hace vivir el presente, es capaz de hacerlo. Pero claro, ahora mismo estoy observado el mañana, un futuro totalmente imperceptible e imposible de ver. Es eso lo único que hace posible todas esas cosas. Es la música. Es mi vida.


© 2011, Aarón Barreiro Moreno


¿Besos?, Aarón B.

        ¿Lo entenderás? Si alguna vez has tenido ese gran privilegio, supongo que sí. Para poder entenderlo, tendrás primero que hacerlo. Te guste o no, es un requisito.

        Parece simple, pero no lo es. A aquello que muchos llaman beso, yo lo nombro como un pequeño abrazo o caricia que desean ellos hacer. Hablo de nuestros labios. Ellos sienten, igual o más, que nosotros. Desde mi punto de vista, la acción de besar, podríamos catalogarla como “sentimiento”. Con esto no quiero decir que es necesario sentir algo para besar, aunque juega un papel muy importante, claro. Pero yo voy más allá de lo físico, me refiero a que son nuestros labios, inútiles a simple vista, los que, cada vez que se lleva a cabo un beso, ponen de manifiesto muchos sentimientos. El contacto entre nuestros labios y los de esa persona con la que ellos eligieron abrazarse, no es ni mucho menos sólo físico. Cuando hablo de que nuestros labios se abrazan con otros, ¿me entiendes? Se aproximan unos a los otros hasta que hay una suave caricia entre ellos. Desde el momento en que haya roce, puede quedarse ahí, en algo puramente cariñoso e incluso sensual, o puede continuar hasta que la presión entre ellos demuestre un sentimiento claramente de amor pasional y carnal. Jamás le des valor a un beso sin sentido, es decir, sin sentimiento. Estos besos de los que te hablo no merecen la pena, todo lo que hacemos y la manera en que actuamos tiene que tener siempre una intención, y unos sentimientos detrás. La filematología es una ciencia que estudia el beso. En esta ciencia, los besos se relacionan con la salud, pero también los relacionan con la elección de nuestra pareja. Según explicaba la neurocientífica Wendy Hill durante una reciente reunión de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS), las sustancias químicas que contiene la saliva nos ayudan a evaluar a una posible pareja para decidir si es la más idónea.

        Si el estudio científico estipula esto, pues lo creeré. Pero a lo que yo quiero llegar, y para lo que he escrito, es para que reflexionen sobre todas las veces que han besado y sobre todas las veces que van a besar, para que nunca lo hagan “porque sí”, sino porque realmente sienten una necesidad o atracción por ello, o si son tus propios labios los que se sienten naturalmente atraídos o necesitados de que tenga lugar cierto contacto entre ellos o, como yo prefiero decirlo, quieran abrazarse.

© 2011, Aarón Barreiro Moreno


La noche, Aarón B.

      Son como luceros que me observan noche tras noche, que invaden mis sueños. Aquellas lucecitas como candiles me asaltan mientras sueño. En su mayoría se encuentran estáticas, contemplándome, pero una menor proporción está en movimiento entre las anteriores. Éstas que se encuentran desplazándose, parecen no prestarme atención, como si se dirigieran a algún sitio con mucha presteza. Con un carácter superior a ellas, hay unas todavía mejores, hermosas. Esta vez, no son de color amarillento pálido, sino de un intenso color blanquecino, incluso brillan y centellean continuamente. Todavía más arriba, las custodia una esfera gigante, la máxima autoridad, el mando por encima de todas las demás lucecitas. Todas éstas, aunque no lo creemos o no lo queremos creer, nos observan todas las noches. Nos ven soñar, pero no gobiernan nuestros sueños. Sin embargo, la totalidad de estos luceros está inmersa en algo mayor, algo inmóvil e inerte: la oscuridad. Muchos la temen, no lo puedo entender. Otros la admiramos. Este vacío al cual se le denomina “oscuridad”, es un elemento con el que siempre podrás expresarte. Cuando estamos solos en la noche, pero simplemente porque lo necesitamos,  la oscuridad es algo con lo que podemos expresarnos sin ningún retraimiento.

      Bajo esto que se define noche, existe un elemento inexplicable e indescriptible. En las tinieblas no lo vemos, tan sólo podemos escucharlo y apreciar su olor. Dicen que constituye un setenta por ciento de la superficie terrestre, pero yo pienso que si no sólo lo analizamos científicamente, es algo impresionante, inmenso e imparable. Su sonido nos acoge, tiene casi más fuerza que su masa. Pero también es capaz de hacernos dormir, de cerrar los ojos e imaginar infinidad de cosas. En las noches en las que más poder tiene la gran esfera, podemos divisar su reflejo en él, el mar.

      Cada elemento, de los nombrados anteriormente, pertenece a una clase social diferente. La clase obrera serían las lucecitas pálidas situadas por encima de las tenebrosas montañas. La clase media serían los luceros intensos, que se encuentran en la oscuridad del cielo. Y la gran esfera perfecta y brillante sería la clase alta. Por si no me he explicado bien, deben tener presente que la esfera siempre será la privilegiada, los luceros centelleantes podrán estar siempre presentes, pero las lucecitas corren el peligro de desaparecer debido a un apagón.

© 2011, Aarón Barreiro Moreno


La realidad de soñar, Aarón B.

      Se dice que, hace mucho tiempo, un hombre subió a lo alto de una montaña, en la más elevada cordillera del pueblo de los sueños. Aquella cima hacía cosquillear los costados de esas nubes que flotaban, observando cada rincón del pueblo.

      Los soñadores, así se llamaban los habitantes de este pueblo, no estuvieron al tanto de la llegada del hombre. Aquel individuo no era un habitante del lugar, simplemente había llegado al pueblo sin tener reconocimiento allí. Ningún soñador tenía idea de por qué estaba aquel señor en el pueblo, ni para qué había venido, no se explicaban esta aparición. Todo era muy extraño, porque no estaban habituados a las visitas, solamente a algunos turistas pasajeros. Pero esto era distinto, ese hombre extraño no tenía aspecto de turista. Tampoco se atrevieron a preguntarle nada, tenían un inquietante miedo. El señor no se identificó, pero no daba la impresión de que venía con malas intenciones o con fines rebeldes.

      Tras transcurrir un día en el pueblo de los sueños, desapareció. Por la noche ya no estaba en aquel pequeño y familiar pueblo de cabañas. Lo más sorprendente de lo ocurrido fue que prácticamente nadie recordaba a ese hombre, a aquel señor que todos tuvieron incluso miedo. Todos excepto una niña, Nora. La pequeña notó la ausencia de aquel visitante. Entonces, decidió partir a buscarlo sin miedo ninguno. Recorrió todas las playas, caminó por todos los jardines, atravesó todos los parques e invernaderos. Corrió para resguardarse de la intensa lluvia repentina, hasta que llegó a los pies de la gran montaña y decidió subirla. Tuvo que atravesar rocas, árboles, barro... pero pudo llegar a lo más alto de la montaña, en donde no llovía ni había nubes.

      Al llegar a la cima de la gran montaña, pudo observar perfectamente el pueblo en su totalidad, incluso también las afueras. Era todo maravilloso, parecía un sueño. Allí pudo, al fin y al cabo, encontrar al hombre que buscaba. Éste se extrañó al verla allí, sobre todo porque no se explicaba cómo podría haber ascendido aquella pequeña niña hasta lo más alto.

      -Hola, ¿cómo te llamas?-preguntó el hombre.

      -Nora.-contestó la niña, quizás con un poco de timidez.

      -¡Qué bonito!-la observó sonriendo durante unos instantes-¿Cómo conseguiste llegar hasta aquí?, y… ¿para qué?

      -Sólo quería hablar con usted.

      -Pero, ¿cómo averiguaste que yo me encontraba en lo más alto de la montaña?

      -Nunca había intentado subirla y mi intuición me llevó a pensar que usted estaría aquí, porque en tan poco tiempo, una sola noche, no podría haberse ido muy lejos del pueblo.-respondió ella con más tranquilidad y cierta familiaridad.

      -Te preguntarás para qué he venido aquí, ¿no es así?-continuó el hombre al verla más serena-Yo vivo en el otro extremo de la isla, en el pueblo del más allá. Siempre he querido que todos sean felices, que exista una situación de paz y felicidad en la isla. Por eso he venido hasta aquí, porque sé que el lugar más alto, desde donde podría observar la isla completa, es esta cima. Lo que pretendo observar desde aquí es a todos los habitantes de la isla, son aquellos puntitos que están ahí abajo, ¿puedes verlos? Todos ellos están llenos de una postura negativa ante las situaciones de la vida y ante la convivencia entre todos. Desde aquí se pueden apreciar algunos comportamientos mecánicos e inhumanos, que la sociedad realiza tan sólo porque alguien en el pasado los estableció de una manera determinada y no son capaces de hacerlos a su propia manera, de tener personalidad. ¿Escuchas música?, ¿jazz? Te lo pregunto porque el jazz es un buen ejemplo de personalidad, es decir, una misma canción de este estilo interpretada por los mismos músicos, nunca será igual. El jazz nunca suena igual. Los músicos actúan como compositores cada vez que lo tocan, porque sobre los acompañamientos y las melodías, improvisan personalmente sin que nadie les limite. Creo que me vas entendiendo. A lo que me refiero es a que cada persona debe manifestar sus sentimientos personales y sus pensamientos propios sin ninguna limitación o vergüenza alguna. Si todos nosotros tenemos existencia en la tierra, tenemos derecho a ser nosotros mismos, acompañados de nuestra personalidad. Sé tú misma siempre y nunca te dejes llevar por ninguna ideología o cualquier cosa que te limite en tu propia forma de ser y tu propio comportamiento. La vida está para disfrutarla, y debemos ser felices de la manera que nosotros queramos, siempre sin entrar o molestar a las otras personas, porque vivimos en sociedad y debemos respetarnos. Entre nosotros debe haber amor, cariño, afecto, sentimiento, pasión, amistad, entre muchos otros. Para ello son necesarios los besos, las caricias, las miradas, las sonrisas, las palabras y, sobre todo, los abrazos. Tenemos que expresar nuestros pensamientos e ideas siempre y nunca guardar nada, porque aunque nuestro cerebro nos diga que debemos callar, es nuestro corazón el que manda sobre nosotros. En definitiva, he subido hasta aquí para observar cuál es el problema en la sociedad y qué actitud es la tomada por ésta diariamente en la vida cotidiana. Me he dado cuenta que para vivir la realidad en su totalidad es necesario soñar, evadirse y tener fantasía.

      -Perdón, no quiero molestar pero…-interrumpió la niña la conversación educadamente.

      -Dime pequeña.-respondió amablemente el señor.

      -Es que quiero saber si esto que estoy viviendo es real o es todo producto de un sueño.

      -Sea lo que sea, estamos juntos, en un lugar maravilloso, observando todo lo que sucede a nuestro alrededor. ¿Qué importa entonces que sea un sueño o no? Disfruta éste como si fuera el último instante.

© 2011, Aarón Barreiro Moreno