domingo, 28 de agosto de 2011

Siempre a tu lado, de Aarón B.

Estoy en las nubes. Lo digo con el significado real de la frase. Estoy sobrevolando las nubes junto a ella. Ahora que ella me da la mano, ahora que no puedo dejar de observarla, me es imposible pisar el suelo. A lo lejos puedo contemplar las verdes montañas; no tan distante veo todos esos tejados situados como puzles surrealistas; aún más cerca diviso largas e históricas travesías, en las que numerosos personajes dibujan su trayecto; todavía más a mi vera, puedo sentirla, puedo mirarla, abrazarla, besarla y, aún mejor, observarla.

No podía creerlo, una simple mañana se había convertido en algo más que eso, en algo fascinante. Jamás podré olvidarlo. Su olor, un familiar olor; su cariño, un intenso cariño; su voz, una lindísima voz; pero, antes que nada, sus ojos…, quiero decir, ¡su mirada! La belleza de esos dos puntos de color pardo, rodeados por preciosas pestañas, no es lo que más me desconcierta; lo que realmente me desconcierta es la manera en que admira el paisaje con sus dos puntos, cercanos a un excitante lunar. ¿Cómo puede ser posible? ¡Sonrisa contagiosa! Es inevitable no ser seducido por esos labios, o no ser encandilado por ese movimiento labial, o no ser maravillado por la contemplación de su sonrisa. Humilde y tierna sonrisa.

Imposible. Tengo miedo, pues este órgano al que llaman corazón no deja de caminar, más bien no para de correr. Parece que tiene miedo a que algo salga mal, o quizás está nervioso porque nunca había vivido nada similar. No sé qué hacer, y menos aquí arriba. No puedo sostenerme por mucho más tiempo, las nubes no pueden soportar mi peso. Siento que me voy a despertar de este sueño, pero ¡no quiero! Es una maravilla, quizás es la única oportunidad de conseguirlo. No entiendo que me pasa, ¿por qué mi corazón late tan fuerte?, ¿qué me quiere decir?

Cierto. Tan solo necesitaba abrazarte. Tras ese afable mimo, mi corazón pasó de un ritmo inquieto a un ritmo pacíficamente enamorado. Ángeles fueron los que me vinieron a sacar una sonrisa…, o tal vez fue ella quien lo consiguió, quien posiblemente me está haciendo sonreír día tras día, noche tras noche. Para mí, la felicidad es lo más importante en el ser humano, pienso que debería estar recogida en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948. Según el tercer artículo de esta declaración, “todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona”; por lo tanto, si ella es mi vida, tengo derecho a ella; si me siento libre estando a su lado, tengo derecho a ella; y si junto a ella me siento seguro, tengo derecho a ella. Entonces…, legalmente, ¿puedo quererla? No sé si estoy eludiendo alguna ley pero, sea como sea, la quiero. Y si alguien intenta impedírmelo, no lo conseguirá, pues contra algo tan poderoso como el amor es imposible luchar.

Es la hora. Nos tenemos que separar, no podemos seguir estando juntos ahora, porque hay algo que no nos lo permite. ¿Cómo voy a aguantar hasta el día siguiente? Lo veo algo lejano, imposible, eterna espera. Cuando pasan dos horas reales, se me han pasado quinientas horas más en este apasionante sueño. No puedo resistir a mandarle un mensaje, a comunicarme con ella, a saber dónde está, a dónde va a ir, saber si está bien, si le pasa algo…, es inevitable preocuparme por ella.

Se compensa, porque aunque en momentos así la “pierda”, por ahora siempre he vuelto a estar con ella. Eso me hace pensar que es un amor correspondido, me hace pensar que ella también me quiere. Aunque sé que es imposible que sienta lo mismo que yo, me alegra muchísimo saberlo y sentirlo.

Tengo que confesar. Lo que más me satisface, entusiasma y complace es que me he dado cuenta de que esto, a lo que yo llamo sueño, ha viajado en el tiempo, se ha trasladado. Ahora no es un sueño, ni un pensamiento, ni tampoco una falsa ilusión…, es la realidad. Ha surgido. Se ha reencarnado en nosotros ese sentimiento de pasión y afectividad, llamado amor. Para mí, ahora mismo, ella lo es todo. Y cuando Einstein decía que “todo es relativo”, lo decía porque todavía no la había conocido. Esta niña a la que no puedo soltar jamás, es una belleza humana. Es un poema de amor; un libro sin portada, pero lleno de sentimientos; una maravillosa obra de arte compuesta por ese sentimiento. El amor.

©2011, Aarón Barreiro Moreno

Dedicación especial para Andrea Acosta.

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