lunes, 2 de mayo de 2011

La noche, Aarón B.

      Son como luceros que me observan noche tras noche, que invaden mis sueños. Aquellas lucecitas como candiles me asaltan mientras sueño. En su mayoría se encuentran estáticas, contemplándome, pero una menor proporción está en movimiento entre las anteriores. Éstas que se encuentran desplazándose, parecen no prestarme atención, como si se dirigieran a algún sitio con mucha presteza. Con un carácter superior a ellas, hay unas todavía mejores, hermosas. Esta vez, no son de color amarillento pálido, sino de un intenso color blanquecino, incluso brillan y centellean continuamente. Todavía más arriba, las custodia una esfera gigante, la máxima autoridad, el mando por encima de todas las demás lucecitas. Todas éstas, aunque no lo creemos o no lo queremos creer, nos observan todas las noches. Nos ven soñar, pero no gobiernan nuestros sueños. Sin embargo, la totalidad de estos luceros está inmersa en algo mayor, algo inmóvil e inerte: la oscuridad. Muchos la temen, no lo puedo entender. Otros la admiramos. Este vacío al cual se le denomina “oscuridad”, es un elemento con el que siempre podrás expresarte. Cuando estamos solos en la noche, pero simplemente porque lo necesitamos,  la oscuridad es algo con lo que podemos expresarnos sin ningún retraimiento.

      Bajo esto que se define noche, existe un elemento inexplicable e indescriptible. En las tinieblas no lo vemos, tan sólo podemos escucharlo y apreciar su olor. Dicen que constituye un setenta por ciento de la superficie terrestre, pero yo pienso que si no sólo lo analizamos científicamente, es algo impresionante, inmenso e imparable. Su sonido nos acoge, tiene casi más fuerza que su masa. Pero también es capaz de hacernos dormir, de cerrar los ojos e imaginar infinidad de cosas. En las noches en las que más poder tiene la gran esfera, podemos divisar su reflejo en él, el mar.

      Cada elemento, de los nombrados anteriormente, pertenece a una clase social diferente. La clase obrera serían las lucecitas pálidas situadas por encima de las tenebrosas montañas. La clase media serían los luceros intensos, que se encuentran en la oscuridad del cielo. Y la gran esfera perfecta y brillante sería la clase alta. Por si no me he explicado bien, deben tener presente que la esfera siempre será la privilegiada, los luceros centelleantes podrán estar siempre presentes, pero las lucecitas corren el peligro de desaparecer debido a un apagón.

© 2011, Aarón Barreiro Moreno


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