lunes, 2 de mayo de 2011

Un recuerdo invisible, Aarón B.

      Lo último que recuerdo es una sensación de inestabilidad física en la que jamás me imaginé cómo podría acabar.

      El 27 de marzo de 2010 me levanté temprano, con el fin de aprovechar en su totalidad el primer día de la Semana Santa. Hacia las 11.00 me dirigí hacia el skate-park de Punta del Hidalgo, un lugar en el que solía pasar mi tiempo libre desde hacía dos meses. Allí descubrí y viví emociones alucinantes, increíbles; este lugar me enseñó a vivir muchísimas emociones o sentimientos fugaces de conmoción, lo vivía todo muy deprisa y desde muy cerca, era fascinante. Era obvio que muchísimos bikers eran más veteranos y con más nivel que yo, pero también es real que en dos meses aprendí a saltar muchas rampas y a hacer muchos trucos, muchas veces gracias a esos bikers tan buenos y tan generosos. También había chicos que tenían menos experiencia que yo, por tanto, intentaba ayudarles en todo lo posible. Había una rampa muy peligrosa, porque el entrante no cumplía con la normativa reglamentaria de inclinación de los skate-parks; para poder saltarla, tenía que elevar ligeramente la rueda delantera de la bicicleta, si no, entraría en la rampa bruscamente con una alta probabilidad de caerme. Se llamaba la “pirámide”, pues tenía forma de pirámide sin acabar en pico. Aun así, yo la había podido saltar muchísimas veces sin que me pasara nada grave, hasta que llegó ese momento. Me disponía a mostrarles a mis amigos como poder saltarla sin correr ningún peligro. Descendí desde la rampa más alta, la “ola”. Desde allí se adquiere la velocidad y potencia adecuada para poder saltar la “pirámide”. En ello estaba, hasta que, debido a no levantar suficientemente la rueda delantera, el manillar de la bicicleta se giró hacia delante lo máximo posible. Yo estaba en el aire, a unos tres metros sobre el suelo, con el manillar desviado y los brazos hacia delante, por culpa de la mala colocación del manillar. La inercia de la situación de mis brazos junto al manillar hizo que todo mi cuerpo y con él, la bicicleta, se inclinara cada vez más hacia delante mientras iba descendiendo desde los tres metros. Hasta aquí recuerdo todo a la perfección, con todo detalle, pero desde que mi mandíbula impactó con aquella superficie áspera y totalmente sólida no soy capaz de siquiera intuir algún recuerdo. La única información desde ese momento impactante hasta que mi madre me recogió, me la aportaron los chicos del skate-park. Desde que mi madre me subió al coche, hasta llegar a la puerta de entrada de mi casa, mi familia me contó lo ocurrido. Jamás había sentido aquello, cuando me golpeé ni siquiera se me saltó una simple lágrima. Únicamente rompí a llorar por el sentimiento de impotencia por no recordar nada, por no saber el motivo de mi estancia en la residencia hospitalaria. Tampoco sabía cómo estaba físicamente, por tanto pedía constantemente verme en un espejo (repetidamente, debido a mi pérdida de memoria). No entendí nada hasta que llegué a mi cuarto, un lugar muy personal, en el que por fin me acordé de que solía ir al skate-park con la bicicleta, los guantes, la gorra y mis cascos azules. Nada más llegar me sentí acogido por una llamada de mi pareja, en la que ambos sufrimos: ella por verme en ese estado y yo por verla preocupada. Repetía todo, no recordaba fechas muy importantes, no entendía que eran las vacaciones de Semana Santa, estaba completamente desubicado. Los síntomas físicos (labios partidos y cosidos, algún moratón y arañazo, paletas partidas completamente y algún diente astillado…) fueron graves, aunque realmente, lo que me hizo sentir ajeno a mí fue la pérdida de algunos recuerdos, el no saber dónde estoy y por qué, no tener ni idea de por qué he llegado hasta aquí. Por suerte no fue nada grave (un coma, síntomas cerebrales graves…), y todo tiene remedio. Dentro de un mes hace ya un año de esto, pero hay imágenes que nunca se me irán de la cabeza. Gracias a este suceso, uno mismo se da cuenta de lo valiosos que somos, solamente por el simple hecho de ser personas. Nunca más me descuidaré de tener casco y me he dado cuenta que no merece la pena poner tu vida en riesgo, aunque sea algo que te guste mucho. Yo no me he dado cuenta de esto hasta que no pasé ese mal momento, fui imbécil por ignorar los comentarios de personas muy cercanas: -¿No crees que es peligroso?, -Te deberías poner aunque sea un casco, -Ten mucho cuidado porque un accidente no sólo depende de ti, etc.

      Lo llamo “un recuerdo invisible” porque tengo la sensación de tener muchísimos recuerdos en mi corazón de ese momento y en mi visión, pero muchos de ellos son invisibles, porque no soy capaz de hacerlos visibles en mi memoria, no puedo verlos, sino sólo sentirlos.

© 2011, Aarón Barreiro Moreno



1 comentario:

  1. ohh Aron..me acabo de quedar super impactada..no me podia ni imaginar lo fuerte y duro ke fue y es para ti todo lo ocurrido..pero hay q mirar las cosas x lado positivo y por lo menos no te paso nada mas grave..gracias q todavia tengo la suerte de tenerte como amigo..eres increible y de lo mejor..aunke ya te lo he dixo sabes q me tienes para todo lo q necesites..recuerda q siempre estare contigo y q te quiero muxisiimo..y no te preocupes xk todos nos acordamos y nos acordaremos siempre de ti..tQmmmmmm!!!!

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